En los tiempos que corren cualquiera es capaz de leer con un poco de tesón y empeño los libros que se editan. Así es como la misma tipografía de los libros ha pasado de cuerpo 8 a 16 para que las jóvenes generaciones que se asoman a la lectura de policiales nórdicos(así llamados por la ubicación geográfica de sus autores y porque sumergirse en ellos conlleva inevitablemente hundirse en el sueño de su falta de humor) no se despisten y se salten líneas. Lo del cambio de tipografía nos lleva también a otra realidad del quehacer literario: los originales son cada vez más delgados por lo que la letra grande compensaría la falta de ideas.
Pero, ¿Qué sucede con los clásicos? ¿Que fue de aquellos farragosos libros que llenaban páginas y páginas de bien cuidada prosa y que fueron relegados con el tiempo a un mero objeto decorativo o prensa facturas en las casas de la gente bien?
Pocas son las personas que en el trajín de la vida moderna son capaces de llegar al final de un Kafka o un Tolstoi sin abandonar toda esperanza.
No digamos ya el Ulises de Joyce o En busca del tiempo perdido, que es lo que echan en falta quienes dedican las horas vivas y muertas a leer a Proust.
Conscientes del innegable valor de estos tesoros literarios los pujantes editores de la editorial Traga Traga han propiciado una iniciativa pionera: elaborar tallarines impresos con los más reconocidos clásicos de todos los tiempos.
Así lo resume el delirante jefe de la editorial Elvio Andreoli:
Antes decían que la letra con sangre entra, nosotros creemos firmemente que entra mejor con una buena boloñesa Chestertiana o Carbonara Milton. Tuvimos problemas con los primeros libros impresos en pasta porque se borraban en contacto con el agua. Así, experimentamos con caldo de Aquí está el anticristo o El Quijote, hasta que se nos ocurrió aplicar las técnicas de cocción de Ferrán Adriá.
Ahora somos capaces de imprimir 20 kilos de Cortazar para eventos y convenciones. Así los que presumen de intelectuales pueden decir sin temor a la falacia: Si, yo me trague enterito las Vidas Paralelas de Plutarco en un fin de semana.
Pero la editorial Traga Traga quiere ir un paso más allá. Estamos estudiando la posibilidad de sacar al mercado una linea de libros rápidos para microondas. En esta línea irán lasañas de Rhonda Byrne, Coelho, Bucay, Dan Bronw, Larson y otros autores que la masa ha erigido inmerecidamente en clásicos y que son tan malos para digestión como la comida congelada.
Y es que en los días que vivimos ni siquiera hay tiempo para devorarse unos buenos fideos caseros como los de la mama...
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