Si pudiera vivir nuevamente mi vida, quien sabe, por las dudas, me reencarno en pelmazo.
un perfecto y relajado bobo, pero con un peine en el bolsillo.
Un peine es importante. Te aplasta el ego.
Y con el se hace música en fiestas aburridas.
Hasta se puede imitar cuescos, si uno es hábil.
Ser perfecto... ¿para qué? ¿A quien le sirve?
Todos tenemos bacterias divinizando nuestro organismo.
Son dioses. Van donde quieren, sin preocupación, sin neuras.
Existen. Con eso les alcanza.
En cuanto a eso de correr más riesgos.
No sé.
Hay quien se intoxica con comida pasada, o resacas futuras,
quien vende su riesgo en cuotas o su vida con tarjeta de crédito.
Dejan montañas de basura en las montañas. Nadan en ríos, se ahogan por un selfie
Hacen videoconferencias al borde del alud. Y al costado del último de alguna tribu.
Tienen problemas reales que intentan resolver con soluciones imaginarias.
Cuentan sus experiencias en lugares a donde nunca han ido, con fotos robadas a los otros.
Vidas bien diseñadas.
Yo fui una de esas personas que vivió.
Sensato y prolífico tal vez diez minutos al día.
Pero si pudiera volver atrás para que me dejaran vivir esos «buenos momentos»
por ahí me desengaño.
Porque la vida no está hecha. Uno la va haciendo como puede, o como le sale.
Y no hay realmente mucho más.
Aqui y en el otro aquí.
Diógenes Pelandrún.
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