Crecí viendo dibujitos mudos. Soy de aquella época en la que uno llegaba del colegio y se sentaba a ver a Tom y Jerry o La pantera rosa y se partía de la risa viendo los incontrolables espasmos y gestos que los bonísimos animadores infundían en sus creaciones. 
Que tanto ni que tanto...
Pero la historia de la animación parece seguir los derroteros del cine. El paso del cine mudo al sonoro marcó una época y destruyó a grandes del Slapstick. Buster Keaton, el que considero el más grande de todos(con perdón de todos los fanáticos de Chaplin, un tipo al que no le veo la gracia) languideció, igual que Harold Lloyd, Harry Langdon, Larry Semons y demás.
Los dibujitos de ahora son demasiado elocuentes. Como nuestra sociedad.
Los animadores parecen suponer que los personajes que no hablan son menos interesantes que otros que dicen a cada momento ocurrencias y boberías con gestualidad y ademanes al peor estilo Disney.
La gracia de la Pantera rosa estribaba en que no hablaba. Jamás.
Fue celebre el episodio en que al final soltó una frase, lo que marcó un antes y un después.
Ahora Pink Panther es como uno de esos listillos de ciudad que se aprovechan de la candidez de quienes lo rodean.
Toda su gracia se ha desvanecido en una especie de enciclopedismo de la idiotez bajo en calorías y descafeinado.
Y esto les pasa también a los animadores Warner. En menor medida intentaron actualizar el discurso mordaz de sus personajes adecuándolo a los tiempos modernos.
Y les salió una explicación del golpe y la caída.
Suerte que existe Bob Esponja, en el que diálogos irónicos y pasteles se alternan agradablemente.
Lo ultimo parece ser un dibujo repulsivo que vi las otras tardes en el que se mezclaba a Bugs Bunny y el pato Lucas con superhéroes que intentaban hacerse los graciosos.
No solo era aberrante sino que conspiraba contra generaciones y generaciones de buen dibujo tonto, reidero e increíble.
Un ultimo apunte. Las situaciones de antes eran absurdas e inverosímiles. El pibe de hoy, que se asoma al mundo real tan pronto, ha perdido la capacidad de asombro, le disgusta la tontería, quiere ser grande para llamar por móvil y conversar sin fondo ni fundamento.
Dejemos de tomarnos en serio y volvamos a las doradas épocas en que todos éramos payasos y lo sabíamos.
Que tanto ni que tanto...
Comentarios
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