Volvía Edgar Poe al despacho del periódico Grahams donde se ganaba malamente la vida.
El estribillo trágico de su famoso y reciente poema The raven resonaba aún en su cabeza.
Cuando llegó al periódico, encontró su lugar ocupado por un escritor sin talento, —posterior e incomprensible albacea testamentario; sistemático destructor de la imagen del creador del cuento corto, en géneros tan variados como el Policial, el de terror, el de aventuras y el de sátira, a quien debemos la imagen de un Poe aquejado de los peores vicios, el nefasto reverendo Griswold (maldita sea su memoria).
Edgar se marchó para no volver. Y por acto de trágica renuncia, el mundo de la cultura en general, se fue llenando de farsantes, comerciantes y mercachifles.
La intención de este blog es hundirlos en el cieno elemental del olvido y devolver al sitio que les corresponde, a aquellos olvidados cuyo labor excede con creces la avaricia de los griswolds del mundo.
Con su ayuda, esperamos lograrlo.
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