Habíamos dejado a nuestro Eurodiputado impostor en medio de la sede del parlamento europeo, en un escaño falso, que el mismo soldó al de los otros eurodiputados, aprovechando la confusión y el desorden de los primeros dias.
Atilio Subirana, el lider del partido "Estudiantes toda la vida" vivía en el recinto, aprovechándose de las sobras de los demás, refugiado bajo los cortinajes del recinto, en una vida de austeridad y recogimiento, temeroso de abandonar el edificio y no poder ingresar luego, porque los controles de seguridad se habían intensificado desde que grupos ecologistas procedieron a soltar un marrano entre los graderíos sembrando el pavor y la confusión entre los acicalados dirigentes.
Consciente de la precariedad de su condición Subirana se apresuró a falsificar unas credenciales que lo acreditaban como representante de un partido inexistente de la pequeña nación de Pontovaquia, a la que la mayoría atribuía una pertenencia a la antigua Unión de las Repúblicas Socialistas Sovieticas y que no fue debidamente constatada hasta hace unos días cuando Subirana, enfervorizado por la oratoria quiso sacar adelante un proyecto de ley por el que se aprobaba la obligatoriedad de instalación de barbacoas populares en todos los espacios verdes de todos los pueblos y ciudades de los países integrantes de la Zona Euro, a la vez que se garantizaba el suministro de sustancias combustibles para realizar el asado y se comprometia a los ayuntamientos y municipios a realizar por ley una barbacoa gratuita para todos los habitantes del suelo europeo, fuera cual fuese su condición.
La ley fue debatida e incluso a punto de ser aprobada hasta que se propuso a votación y se vio que la prospera nación de Pontovaquia impulsora de la ley no constaba en el tablero luminoso que representa los a favor, en contra y las abstenciones.
Descubierto el engaño las fuerzas de seguridad quisieron desalojar a Subirana por la fuerza pero el hombre, devoto de las sagas mitológicas del Norte, invocó en su ayuda al antiguo Dios Forseti, el dios de la justicia, la paz y la verdad. Este hecho inclino la simpatía de los representantes de Suecia, Finlandia y Dinamarca, pero no bastó para que lo echaran a patadas.
Subirana fue desterrado de Estrasburgo y repatriado a su propio pecunio.
Ahora deambula por las ciudades silenciosas, grises y con pocos espacios verdes en los que las parrillas de buena voluntad brillan por su ausencia...
Atilio Subirana, el lider del partido "Estudiantes toda la vida" vivía en el recinto, aprovechándose de las sobras de los demás, refugiado bajo los cortinajes del recinto, en una vida de austeridad y recogimiento, temeroso de abandonar el edificio y no poder ingresar luego, porque los controles de seguridad se habían intensificado desde que grupos ecologistas procedieron a soltar un marrano entre los graderíos sembrando el pavor y la confusión entre los acicalados dirigentes.
Consciente de la precariedad de su condición Subirana se apresuró a falsificar unas credenciales que lo acreditaban como representante de un partido inexistente de la pequeña nación de Pontovaquia, a la que la mayoría atribuía una pertenencia a la antigua Unión de las Repúblicas Socialistas Sovieticas y que no fue debidamente constatada hasta hace unos días cuando Subirana, enfervorizado por la oratoria quiso sacar adelante un proyecto de ley por el que se aprobaba la obligatoriedad de instalación de barbacoas populares en todos los espacios verdes de todos los pueblos y ciudades de los países integrantes de la Zona Euro, a la vez que se garantizaba el suministro de sustancias combustibles para realizar el asado y se comprometia a los ayuntamientos y municipios a realizar por ley una barbacoa gratuita para todos los habitantes del suelo europeo, fuera cual fuese su condición.
La ley fue debatida e incluso a punto de ser aprobada hasta que se propuso a votación y se vio que la prospera nación de Pontovaquia impulsora de la ley no constaba en el tablero luminoso que representa los a favor, en contra y las abstenciones.
Descubierto el engaño las fuerzas de seguridad quisieron desalojar a Subirana por la fuerza pero el hombre, devoto de las sagas mitológicas del Norte, invocó en su ayuda al antiguo Dios Forseti, el dios de la justicia, la paz y la verdad. Este hecho inclino la simpatía de los representantes de Suecia, Finlandia y Dinamarca, pero no bastó para que lo echaran a patadas.
Subirana fue desterrado de Estrasburgo y repatriado a su propio pecunio.
Ahora deambula por las ciudades silenciosas, grises y con pocos espacios verdes en los que las parrillas de buena voluntad brillan por su ausencia...
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