Hace escasas horas se han elegido los 100 mejores restaurantes del mundo mundial. Entre los diez mejores un Danés, Tres Españoles, Tres Estadounidenses, un italiano, un Ingles y ojo al piojo. Un Brasileño.
Repasando la lista completa vemos que no hay ningún restaurant Argentino.
Y ya no vale alegar que es una cuestión de lejanía geográfica o desconocimiento cuando hay chefs Brasileños y Peruanos valorados y también hay gente de Singapur, China, Japón, Dubai, India, Sudafrica México y Australia..
Tampoco me creo la excusa remanida de que "Los jueces me tiene manía" o lo que pasa es que "son Ignorantes porque cualquiera sabe que como en Argentina no se come en ningún lado".
Ya veo la andanada de voces tonantes que amenazan tenedor en ristre a este pobre cocinero experimental pero lo cierto es que existe un hecho cierto y comprobado por cualquiera que se haya dejado las costillas en los restaurantes argentinos: La restauración posee tres patas o cuatro, El chef. El servicio. La materia prima. El lugar.
Según se mire, si una falla, la mesa flojea y todo el contenido se vuelca sobre la falda del incauto. Y en la mayoría de los lugares donde he comido alguna de esas patas tiembla. Si la comida es buena, los camareros, aquejados por esa insoportable falta de amor a su trabajo que los sindica como creadores o artistas que se han visto obligados por las circunstancias a aceptar ese trabajo para poder seguir expresándose en plenitud o al menos "crear con dignidad", están cumpliendo horario y por lo tanto atienden a desgana, casi insultando a los pobres desgraciados que - acaso queriendo degustar algo bueno con los pocos dineros que han podido ahorrar - se sientan a la mesa.
Si el servicio es profesional, con el tono justo que permite tratar con cierta familiaridad al cliente sin caer en la chabacaneria o el amiguismo la materia prima es aceptable, tirando a mala, o la variedad de ingredientes es tan parca como la carta - CARNES-PIZZAS- PASTAS - lo que rebaja grandemente las posibilidades de degustar un plato en condiciones.
Si - y como pasa en casi todos los restaurantes argentinos - la materia prima es buena, el chef es aceptable pero sus capacidades no van mas allá de dotar al principal de una guarnición acorde y acaso salsear la farsa con algún preparado en el que se incluya algun ingrediente exótico. El plato será abundante y acaso colorido y se cobrara carisimo en virtud de la rareza del ingrediente.
Básicamente porque en Argentina la variedad de productos que se pueden conseguir en el supermercado es poca. Si hay algún ingrediente raro como el gengibre(por decir algo) solo se consigue en tiendas especializadas como bien sabe aquel que quiere hacer un plato que no sea típicamente autóctono y se encuentre con la dificultad de encontrar la materia prima. Porque ya no existe en Argentina la cultura del mercado como lugar de encuentro y sitio donde comprar carnes, aves, pescados, verduras, especias, embutidos, mariscos o conservas. Un supermercado no es lo mismo que el mercado de Tokio, la Boqueria en Barcelona o el mercado Da Ribeira en Lisboa con sus paradas, sus colores y la experiencia visual y olfativa que eso conlleva.
Además y parafraseando a Sarmiento: "El mal que aqueja a la Argentina es la extensión". La distribución de los productos propios de cada provincia -que son, me consta, ricos y variados- se realiza solo y exclusivamente por carretera. Hace tiempo que la red ferroviaria es inútil para mercaderías y la red fluvial es inexistente hacia el interior del país. Si uno quiere comer pescado en condiciones en Pergamino solo conseguirá el consabido "filet de merluza". Si quiere comer marisco podrá adquirir algo congelado y a punto del regusto amoniacal como me sucedió el día que quise hacer una paella y solo conseguí unas tiras de calamar que tuve que tirar y unos mejillones obscenos en su pequeñez, por no hablar del recurso de las varitas de cangrejo al que no condescendí, pero me consta que a veces utilizan ciertos paisanos con amplitud de miras.
Y no hace mucho me sucedio algo similar con el pollo. Compré uno en una polleria y al llegar a casa descubrí que casi un kilo del ave era hielo.
Aunque tambien llegué a ver un vacio congelado en la provincia de la Pampa.
Y cuando hablo de extensión hablo también del turno horario. Si bien es posible comer en cualquier bar a cualquier hora del día y de la noche esto rebaja grandemente la calidad de la cocina y el servicio. Dilatar en el tiempo como es costumbre argentina la cena solo produce que el producto sea de un termino medio.
Por eso creo yo que no hay ningún restaurant argentino entre los mejores. El segundo puesto mundial corresponde a los hermanos Roca del Celler de Can Roca.
Uno es el chef, otro es el sommelier, y el tercero el pastelero.
Que mas se puede pedir?
Repasando la lista completa vemos que no hay ningún restaurant Argentino.
Y ya no vale alegar que es una cuestión de lejanía geográfica o desconocimiento cuando hay chefs Brasileños y Peruanos valorados y también hay gente de Singapur, China, Japón, Dubai, India, Sudafrica México y Australia..
Tampoco me creo la excusa remanida de que "Los jueces me tiene manía" o lo que pasa es que "son Ignorantes porque cualquiera sabe que como en Argentina no se come en ningún lado".
Ya veo la andanada de voces tonantes que amenazan tenedor en ristre a este pobre cocinero experimental pero lo cierto es que existe un hecho cierto y comprobado por cualquiera que se haya dejado las costillas en los restaurantes argentinos: La restauración posee tres patas o cuatro, El chef. El servicio. La materia prima. El lugar.
Según se mire, si una falla, la mesa flojea y todo el contenido se vuelca sobre la falda del incauto. Y en la mayoría de los lugares donde he comido alguna de esas patas tiembla. Si la comida es buena, los camareros, aquejados por esa insoportable falta de amor a su trabajo que los sindica como creadores o artistas que se han visto obligados por las circunstancias a aceptar ese trabajo para poder seguir expresándose en plenitud o al menos "crear con dignidad", están cumpliendo horario y por lo tanto atienden a desgana, casi insultando a los pobres desgraciados que - acaso queriendo degustar algo bueno con los pocos dineros que han podido ahorrar - se sientan a la mesa.
Si el servicio es profesional, con el tono justo que permite tratar con cierta familiaridad al cliente sin caer en la chabacaneria o el amiguismo la materia prima es aceptable, tirando a mala, o la variedad de ingredientes es tan parca como la carta - CARNES-PIZZAS- PASTAS - lo que rebaja grandemente las posibilidades de degustar un plato en condiciones.
Si - y como pasa en casi todos los restaurantes argentinos - la materia prima es buena, el chef es aceptable pero sus capacidades no van mas allá de dotar al principal de una guarnición acorde y acaso salsear la farsa con algún preparado en el que se incluya algun ingrediente exótico. El plato será abundante y acaso colorido y se cobrara carisimo en virtud de la rareza del ingrediente.
Básicamente porque en Argentina la variedad de productos que se pueden conseguir en el supermercado es poca. Si hay algún ingrediente raro como el gengibre(por decir algo) solo se consigue en tiendas especializadas como bien sabe aquel que quiere hacer un plato que no sea típicamente autóctono y se encuentre con la dificultad de encontrar la materia prima. Porque ya no existe en Argentina la cultura del mercado como lugar de encuentro y sitio donde comprar carnes, aves, pescados, verduras, especias, embutidos, mariscos o conservas. Un supermercado no es lo mismo que el mercado de Tokio, la Boqueria en Barcelona o el mercado Da Ribeira en Lisboa con sus paradas, sus colores y la experiencia visual y olfativa que eso conlleva.
Además y parafraseando a Sarmiento: "El mal que aqueja a la Argentina es la extensión". La distribución de los productos propios de cada provincia -que son, me consta, ricos y variados- se realiza solo y exclusivamente por carretera. Hace tiempo que la red ferroviaria es inútil para mercaderías y la red fluvial es inexistente hacia el interior del país. Si uno quiere comer pescado en condiciones en Pergamino solo conseguirá el consabido "filet de merluza". Si quiere comer marisco podrá adquirir algo congelado y a punto del regusto amoniacal como me sucedió el día que quise hacer una paella y solo conseguí unas tiras de calamar que tuve que tirar y unos mejillones obscenos en su pequeñez, por no hablar del recurso de las varitas de cangrejo al que no condescendí, pero me consta que a veces utilizan ciertos paisanos con amplitud de miras.
Y no hace mucho me sucedio algo similar con el pollo. Compré uno en una polleria y al llegar a casa descubrí que casi un kilo del ave era hielo.
Aunque tambien llegué a ver un vacio congelado en la provincia de la Pampa.
Y cuando hablo de extensión hablo también del turno horario. Si bien es posible comer en cualquier bar a cualquier hora del día y de la noche esto rebaja grandemente la calidad de la cocina y el servicio. Dilatar en el tiempo como es costumbre argentina la cena solo produce que el producto sea de un termino medio.
Por eso creo yo que no hay ningún restaurant argentino entre los mejores. El segundo puesto mundial corresponde a los hermanos Roca del Celler de Can Roca.
Uno es el chef, otro es el sommelier, y el tercero el pastelero.
Que mas se puede pedir?
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