El tipo de la foto es un curioso ejemplo de lo que pueden hacer los videojuegos en mentes débiles o inexistentes. Se llama Mariano Ingridbermas y es heredero e hijo de Tom Jon Ingridbermas, conocido popularmente como el rey del calzón descartable", un amarrete con corazón de cobre, que no es capaz de ninguna actividad benéfica pues considera qué: «Donar dinero a desgraciados sin esperanzas, solo los transformará en alienados y dependientes del capital, los hará padecer y sufrir y al final tendrán la misma amargura existencial que me posee luego de la quinta copa de champán, cuando no queda una misera tostada con la que untar caviar».
Marianito en cambio es incapaz de apreciar ningún valor.
Marianito en cambio es incapaz de apreciar ningún valor.
Hijo de la ausencia —su madre se fue cuando tenia cinco años con un vendedor de plumeros a domicilio y su padre se olvido de el cuando nació— lo crió el abuelo materno, Romuald Porterrier, un anciano que se creía Sherlock Holmes cuando no tenia ningún caso. Es decir, que el hombre tocaba el violín horrendamente y se daba a la morfina aplicando su escasa mente a la degradación. Mariano creció, como crecen las malas hierbas. No pudo cultivar su mente porque no tenia demasiada y no le gustaba leer, ver la televisión, ni ir al cine. Mariano era un cabeza hueca sin pretensiones. Hasta que un día descubrió, en una de sus muchas escapadas, el mundo de los videojuegos.
Ahora Marianito Ingridbermas, con grandes antecedentes familiares de insalubridad mental, cree que es un personaje de Mortal Kombat, destinado a un combate de artes marciales con mortales oponentes. En su nulo entendimiento no puede discernir la realidad de la ficción y espera con ansias la invitación al torneo, mientras se prepara en un gimnasio pobre, mantenido a partes iguales por entrenadores, luchadores de Catch en decadencia, personal sanitario y psiquiatras.
Ahora Marianito Ingridbermas, con grandes antecedentes familiares de insalubridad mental, cree que es un personaje de Mortal Kombat, destinado a un combate de artes marciales con mortales oponentes. En su nulo entendimiento no puede discernir la realidad de la ficción y espera con ansias la invitación al torneo, mientras se prepara en un gimnasio pobre, mantenido a partes iguales por entrenadores, luchadores de Catch en decadencia, personal sanitario y psiquiatras.
Escuchemos el razonamiento de este desquiciado, que algún día regirá el destino de una empresa familiar que alimenta a 1200 empleados:
«Me están esquivando. Saben que si me mandan la invitación puedo con todos ellos. Lo escucho por los pasillos, cuchichear: Eh, tortitas... eh, tortitas, vení a pegarle un par de mamporros al Goro ese que se esta haciendo el listo. No le tengo miedo a nadie. Se que el tal Liu Kan, anda noviando con la princesa Kitana, pero yo la vi primero, así que le voy a bajar todos los dientes y le voy a aplicar la fataliti en la peluca. Además, ese hechicero, el tal Shang Tsung, que dicen que come almas, es un viejo choto y baboso. Le voy a acomodar el ojete a las patadas cuando lo vea».
Triste, pero real.
«Me están esquivando. Saben que si me mandan la invitación puedo con todos ellos. Lo escucho por los pasillos, cuchichear: Eh, tortitas... eh, tortitas, vení a pegarle un par de mamporros al Goro ese que se esta haciendo el listo. No le tengo miedo a nadie. Se que el tal Liu Kan, anda noviando con la princesa Kitana, pero yo la vi primero, así que le voy a bajar todos los dientes y le voy a aplicar la fataliti en la peluca. Además, ese hechicero, el tal Shang Tsung, que dicen que come almas, es un viejo choto y baboso. Le voy a acomodar el ojete a las patadas cuando lo vea».
Triste, pero real.
Quien sabe cuantas empresas familiares estarán regidas por insanos semejantes.
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