Hace unos días contábamos el abusivo trato que las autoridades europeas están teniendo contra Atilio Subirana, Eurodiputado por fraude, expulsado del parlamento y el único que se animo a tildar de payasos a sus homónimos verdaderos y todos los farsantes gubernamentales, desde un modesto espacio bajo los puentes de Edimburgo, en donde había congregado a otros descontentos como el. Apresado por la policía y dispersada la muchedumbre - a la que los medios oficiales no dudaron en llamar "turba de borrachos analfabetos alucinados por sustancias estupefacientes y las palabras de un mesías reciclado que quiso promulgar e incentivar leyes para su beneficio" - no hubiera pasado de un incidente de esos que vienen siendo tan habituales habitualmente, en el que el protagonista paga las cuentas de un sistema injusto. Pero las nuevas tecnologías y la globalizacion (que a veces sirve para algo) salieron al rescate de Subirana, que solo quería el bienestar de todos con leyes como la del &q
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